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diciembre 02, 2011

Del Turismo al Viajerismo

Del turismo al viajerismo

Las escenas se repiten incesablemente. Una horda furibunda de vendedores ambulantes que se precipitan sobre un desprevenido recién llegado. Una familia completa, flotador en mano, buscando un lugarcito en una piscina atiborrada de gente. 

Turistas que desde que llegan a su destino hasta el momento de volver a su hogar van sacando fotos a diestra y siniestra.

Todos los que alguna vez hemos personificado el papel de turistas encontramos algo de familiar en estas situaciones. Sin embargo, la dinámica general de la industria del turismo nos permite inferir que estas prácticas culturales, propias del turista, están empezando a verse transformadas por un cambio drástico en las expectativas de los mismos.

El turismo responsable.

Esta transformación supone asumir como parte del viaje una responsabilidad integral en relación al destino que se visita. El turismo tradicional y sus prácticas -la prudencia del tiempo así lo ha demostrado- representan un impacto negativo en las comunidades locales al operar sin ningún tipo de criterio de respeto cultural o de preservación medioambiental, terminando de esta manera por convertirse en una actividad “insostenible”. 

La coyuntura global también hace mella. En Colombia plantear el debate es urgente, la propuesta de grandes agencias de turismo norteamericanas y europeas, persiguiendo el objetivo de alcanzar nuevos mercados, ha sido no sólo generar un conocimiento mayor sobre las ofertas de productos y servicios, sino, y tal vez con mayor énfasis, conocer a fondo la sensibilidad colectiva de aquellos que se desplazan y de aquellos que los reciben.  

En ese sentido nuevas maneras de viajar han empezado a emerger en el medio, dejando una huella indeleble en la mentalidad del, ya no turista sino, viajero. Veamos algunas.

Menos es más.

“Conozca más ciudades en menos días”, este fue el slogan con el que cientos y cientos de familias decidieron, contra el reloj, viajar, conocer y acercarse a nuevos destinos.

Esta visión ha terminado por ser obsoleta porque lo que prima hoy es la posibilidad de encontrarse con el otro, reconocer lo diferente y, en esa medida, reconocerse a sí mismo. Para lograrlo se requiere tiempo y paciencia y no el afán propio de la semana de vacaciones que se va con el viento.  

Otra de las tendencias es iniciar el viaje buscando información presente en la internet con el fin de crear un plan de viaje a la medida, sin dejar espacios a la improvisación. Diseñar el viaje de esta manera permite a la postre poder “conocer” los sitios que vamos a visitar antes de llegar a ellos.

Bueno para el bolsillo, malo para la cabeza.

De la misma manera sucede que aunque el paquete “todo incluido” tiene una innegable ventaja en términos de disminución de costos y gestión de procesos, que además se ve reflejado en altos márgenes de ganancia y en volumen percibido de clientes, no cuenta con las mismas ventajas a la hora de tratar de solventar las necesidades sicológicas de los viajeros.

Para ello se están empezando a diseñar los mismos paquetes, pero completamente personalizables para que de esta manera, los planes puedan atender a las necesidades reales, gustos y caprichos de cada viajero.

El viaje mochilero.

Por último, merece una mención la categoría de viajeros conocidos usualmente como mochileros –generalmente no mayores de 25 años, con pocos recursos económicos y muchas ganas de conocer- quienes tienen toda una industria dedicada a solventar sus necesidades y gustos.

La red de hostales alrededor del mundo nacida en Europa pero cada vez más extendida a lo largo y ancho del globo, ha ido ganándose un espacio importante en este medio y Colombia no es la excepción.

Nuestro país resulta un destino atractivo para los mochileros quienes ven en él tanto la posibilidad de experimentación directa con entornos naturales exuberantes, como la posibilidad de enriquecimiento cultural gracias a las múltiples comunidades con las que pueden entrar en contacto.

Lo global vs. lo local.

En conclusión, estas últimas tendencias nos ponen de manifiesto la confrontación de dos modelos de entendimiento del negocio de los viajes diametralmente opuestos:

Por un lado, el modelo industrializado de creación de experiencias controladas gestionado por parámetros transnacionales y por el otro, el modelo que se rebela a la estandarización de la experiencia, gestionando de manera local el negocio.

El pulso entre estos dos modelos tendrá como ganador sin lugar a dudas a aquel modelo que logre ofrecer efectivamente un viaje de placer que funcione a manera de fiesta, en la cual, sean igualmente importantes tanto anfitriones como invitados para así generar una experiencia realmente memorable, un lindo recuerdo que se mantenga, por lo menos, hasta las próximas vacaciones.  

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